* GÓMEZ PÉREZ, Enrique. “El siglo XX, el siglo en el que cambió la Semana Santa Leonesa”, publicado en La Nuestra Tierra. León, 21 de abril de 2003. p. 14.
Texto completo:
EL SIGLO XX, EL SIGLO EN EL QUE CAMBIÓ LA SEMANA SANTA LEONESA.Las cofradías penitenciales de la ciudad de León se forman como en el resto de España a finales del siglo XVI. Desde sus inicios estas cofradías comenzaron a tratar de poseer un patrimonio digno con el cual mantener sus cultos, ejercicios de caridad cristiana y auxilio cofrade para con los hermanos miembros de las mismas y sus actos más externos aunque no los más importantes: las procesiones.
Pero el patrimonio mueble e inmueble de estas cofradías sufrió los avatares de las guerras, desamortizaciones, incendios y sobre todo el patrimonio artístico sufrió el peor de todos los desastres, el del cambio de las modas y del gusto. Aun a riesgo de parecer algo exagerado, el siglo XX debe ser considerado como el siglo en el que cambió la Semana Santa de León. Es más, con toda justicia se puede decir que es el momento en el que se crea la Semana Santa Leonesa tal y como hoy la conocemos, con sus peculiaridades, señas identificativas y definidoras de la misma, algunas absolutamente diferentes de las iniciales de las primeras procesiones penitenciales de la ciudad y otras claramente herederas de ellas.
Tras el duro golpe de la Guerra de la Independencia y la Desamortización de Mendizabal, las cofradías penitenciales históricas de León, llegan al siglo XX con un patrimonio escaso y tan empobrecidas que su supervivencia es lo primordial no planteándose la adquisición de grandes obras artísticas originales, decantándose las compras en obras realizadas en serie.
Será sobre todo a mediados del siglo XX cuando se inicie una gran actividad renovadora de la Semana Santa Leonesa en todos los aspectos, tanto de creación de nuevos pasos como de nuevas cofradías. Todo ello implicará la ampliación del patrimonio artístico de todas las penitenciales tanto las de nuevo cuño como las antiguas, aunque en contadas ocasiones existió una preocupación por conseguir al menos una imagen titular de cierta entidad artística y en menor medida aún conseguir que esta recibiera culto. De todas formas como señala el profesor Portela Sandoval, los cofrades "pocas veces se detienen a reflexionar sobre el auténtico mérito artístico de las tallas porque en este caso no es menos cierto que importa más el que se representa y no tanto el cómo".
Sin embargo como dice el refrán “No es oro todo lo que reluce”. El siglo XX ha producido dentro del arte sacro y cofrade que se procesiona en la ciudad de León, meritorias y reconocidas obras de arte, imágenes de devoción, simples imágenes, obras de dudoso gusto estético y otras de nulo valor artístico.
A pesar de todo ello la Semana Santa Leonesa ha sabido mantener un criterio más concreto en sus andas y adornos florales. Las andas son de volúmenes amplios y en algunos casos de gran interés artístico y estético. De entre las carrozas y andas de las cofradías leonesas, destaca la Carroza de la Sagrada Cena que procesiona la Hermandad de Santa Marta y las andas que procesionan algunos pasos de la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno, que poseen decoración figurativa, con escenas que en ocasiones superan en calidad artística a las imágenes que se procesionan sobre dichas estructuras.
Si algo define a la Semana Santa Leonesa, independientemente de la cofradía o hermandad de la que se hable, son los adornos florales. De entre los cuales de nuevo destaca la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno. El exorno floral y atrezzo de algunos conjuntos procesionales están planteados cual simbólica representación del bíblico “Paraiso perdido” o del mitológico “cuerno de la abundancia”, que sorprenden con la incorporación de pimientos, alcachofas, naranjas, plátanos, etc. sabiamente mezclados con la rica decoración floral mostrándose así como un “Bodegón Sacro simbólico”.
Víctor de los Ríos fue el renovador de la Semana Santa Leonesa a mediados del siglo XX, saliendo de sus manos las imágenes que sustituirían a las anteriores de época barroca, siendo su actividad comparable a la de Ramón Álvarez en la Zamora de finales del siglo XIX o lo que hizo Gregorio Fernández con la Semana Santa vallisoletana del Siglo XVII. Pero al igual que ocurrió en Zamora y Valladolid, la estela brillante del maestro no fue seguida por igual por los escultores locales posteriores. De todas formas cabe preguntarse como apunta Antonio Bonet "¿Cómo es posible mantener el neobarroco, sin el contexo de la cultura barroca?. ¿Cómo recuperar el lenguaje signífico, el símbolo, tan propio de la escenificación pasional, y afín al teatro que le dio origen en la calle?".
Como se suele decir: "El Tiempo, el enemigo del hombre, el único vencedor", será el que coloque a cada uno en su sitio.
Pero el patrimonio mueble e inmueble de estas cofradías sufrió los avatares de las guerras, desamortizaciones, incendios y sobre todo el patrimonio artístico sufrió el peor de todos los desastres, el del cambio de las modas y del gusto. Aun a riesgo de parecer algo exagerado, el siglo XX debe ser considerado como el siglo en el que cambió la Semana Santa de León. Es más, con toda justicia se puede decir que es el momento en el que se crea la Semana Santa Leonesa tal y como hoy la conocemos, con sus peculiaridades, señas identificativas y definidoras de la misma, algunas absolutamente diferentes de las iniciales de las primeras procesiones penitenciales de la ciudad y otras claramente herederas de ellas.
Tras el duro golpe de la Guerra de la Independencia y la Desamortización de Mendizabal, las cofradías penitenciales históricas de León, llegan al siglo XX con un patrimonio escaso y tan empobrecidas que su supervivencia es lo primordial no planteándose la adquisición de grandes obras artísticas originales, decantándose las compras en obras realizadas en serie.
Será sobre todo a mediados del siglo XX cuando se inicie una gran actividad renovadora de la Semana Santa Leonesa en todos los aspectos, tanto de creación de nuevos pasos como de nuevas cofradías. Todo ello implicará la ampliación del patrimonio artístico de todas las penitenciales tanto las de nuevo cuño como las antiguas, aunque en contadas ocasiones existió una preocupación por conseguir al menos una imagen titular de cierta entidad artística y en menor medida aún conseguir que esta recibiera culto. De todas formas como señala el profesor Portela Sandoval, los cofrades "pocas veces se detienen a reflexionar sobre el auténtico mérito artístico de las tallas porque en este caso no es menos cierto que importa más el que se representa y no tanto el cómo".
Sin embargo como dice el refrán “No es oro todo lo que reluce”. El siglo XX ha producido dentro del arte sacro y cofrade que se procesiona en la ciudad de León, meritorias y reconocidas obras de arte, imágenes de devoción, simples imágenes, obras de dudoso gusto estético y otras de nulo valor artístico.
A pesar de todo ello la Semana Santa Leonesa ha sabido mantener un criterio más concreto en sus andas y adornos florales. Las andas son de volúmenes amplios y en algunos casos de gran interés artístico y estético. De entre las carrozas y andas de las cofradías leonesas, destaca la Carroza de la Sagrada Cena que procesiona la Hermandad de Santa Marta y las andas que procesionan algunos pasos de la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno, que poseen decoración figurativa, con escenas que en ocasiones superan en calidad artística a las imágenes que se procesionan sobre dichas estructuras.
Si algo define a la Semana Santa Leonesa, independientemente de la cofradía o hermandad de la que se hable, son los adornos florales. De entre los cuales de nuevo destaca la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno. El exorno floral y atrezzo de algunos conjuntos procesionales están planteados cual simbólica representación del bíblico “Paraiso perdido” o del mitológico “cuerno de la abundancia”, que sorprenden con la incorporación de pimientos, alcachofas, naranjas, plátanos, etc. sabiamente mezclados con la rica decoración floral mostrándose así como un “Bodegón Sacro simbólico”.
Víctor de los Ríos fue el renovador de la Semana Santa Leonesa a mediados del siglo XX, saliendo de sus manos las imágenes que sustituirían a las anteriores de época barroca, siendo su actividad comparable a la de Ramón Álvarez en la Zamora de finales del siglo XIX o lo que hizo Gregorio Fernández con la Semana Santa vallisoletana del Siglo XVII. Pero al igual que ocurrió en Zamora y Valladolid, la estela brillante del maestro no fue seguida por igual por los escultores locales posteriores. De todas formas cabe preguntarse como apunta Antonio Bonet "¿Cómo es posible mantener el neobarroco, sin el contexo de la cultura barroca?. ¿Cómo recuperar el lenguaje signífico, el símbolo, tan propio de la escenificación pasional, y afín al teatro que le dio origen en la calle?".
Como se suele decir: "El Tiempo, el enemigo del hombre, el único vencedor", será el que coloque a cada uno en su sitio.
Enrique Gómez Pérez.